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Los Mundos de Elker

Este relato corto, que no descarto convertirlo en novela, fue un escrito que realicé para unas de las emisiones de Radio Silicon, proyecto personal de radio libre que desarrollé con amigos al final de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado. Se suponía que tendría su continuación en capítulos posteriores, como un serial, pero no fue así. Tiene un leve carácter erótico, como casi todo lo que radiamos en esas nocturnas y furtivas emisiones de radio.

Cuando se disipó la niebla la magnífica fortaleza del Señor de Linder se alzó majestuosa sobre el cerro dónde se hallaba emplazada. Esto hizo que los ánimos de nuestros viajeros cayeran aún más.

Frain se volvió hacia el grupo señalando con un dedo el objetivo de su misión. Todos miraron y empezaron a murmurar. Frain sabía que ahora más que nunca debería mostrarse fuerte o todo se echaría a perder.

- Ha llegado el momento de actuar. Si somos lo suficientemente fuertes no defraudaremos a los sabios - dijo Frain. Y continuó diciendo - Todo su poder se manifiesta ahora con toda su fuerza y conseguirlo es mucho más fácil.
Viendo que el grupo no estaba del todo convencido Hiline se levanto y prometió:
- Después de esto podremos entregarnos a toda clase de placeres; en el castillo tienen el aguamiel más rico de todo el reino y su harén está lleno de las mujeres más exóticas de todo el mundo y su abundancia podrá saciaros.

El grupo definitivamente se animó. Al fin y al cabo esas eran las cosas por las que merecía la pena seguir viviendo. Entre el grupo de los 10 aventureros destacaba el elfo Wenegi, conocedor de todos los secretos del bosque, el aprendiz de brujo Llenium, que con sus torpes nos hacía reir a todos, el enano Brinini, poseedor de la magnífica hacha de plomo corto metales, el duende Cuti que con su amuleto de oricalco y sus increíbles poderes mágicos nos había protegido de los malos espíritus y nos había traído hasta aquí.

Fran e Hiline formaron la avanzadilla dispuestos a colarse en el castillo. Mientras, los demás esperaban agazapados cerca del foso para entrar en acción.

Hiline se acercó a la entrada. Dos enormes ogros flanqueaban la puerta. Hiline, armándose de valor y con una buena dosis de picardía, se acercó hasta su puesto con un movimiento provocador y una mirada insinuadora. Los ogros la miraron con recelo pero no hicieron gesto alguno de dar la alarma. Hiline entonces estalló y empezó a jadear como una perra en celo y los ogros se abalanzaron sobre ella. Y esa flaqueza provocó su muerte. Hiline sesgó la vida del ogro más próximo a ella introduciendo un enorme cuchillo en su vientre. Del otro se encargó Frain cortándole la cabeza de un magnífico hachazo. Tenían vía libre al interior de la fortaleza.

Sin pensárselo dos veces todos penetraron en su interior y llegaron hasta el patio de armas. No se veía a nadie. Algo en lo alto de la torre principal les llamó la atención: un objeto metálico con un brillo especial producido por los destellos lunares. Era sin duda lo que buscaban. Ahora era cuestión de llegar hasta él y largarse a toda mecha. Linden tenía malas pulgas y se podría apostar con seguridad que no le haría mucha gracia que se llevaran una de las siete piezas del dios del tiempo.

Observaron atentamente y descubrieron a cuatro guardias, dos en las torres del muro norte, otro en las almenas de la pared este y el último en las de la pared sur. Sin duda en lo alto del torreón habría por lo menos 5 o 6 guardianes más. Muy pegados a la pared este recorrieron la distancia que les separaba del torreón. Pensaron que intentar entrar dentro y subir seria algo menos que imposible. Se les ocurrió otra idea. Frain lanzó un gancho hacia lo alto del torreón y lo encajó a la primera. Demasiada suerte. Sin duda alguna la magia de los sabios andaba detrás de este golpe providencial de suerte. Esperaron la reacción de los guardias pero fue inexistente. Frain comenzó a escalar protegido por la aparente oscuridad producida por el torreón. Una vez arriba descubrió que el objeto estaba sin vigilancia. Cuando se halló lo suficientemente cerca como para poder tocarlo comprobó que se trataba de una estructura transparente en forma de triángulo con a su vez otras estructuras triangulares en su superficie. Al tocarlo estaba frío, muy frío y era duro. Su medida era de unos tres pies. Lo desencajó de unas barras dónde estaba apoyado y lo introdujo en una mochila de cuero que llevaba para esos efectos en la espalda.

Mientras, abajo, se había armado un buen jaleo. Los guardias habían sido alertados y capturado a Hiline.

Continuará

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