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Ojo de Necro

Este relato corto está dividido en capítulos porque en un principio cada uno de ellos representaría una historia aislada e independiente, pero al terminar el capítulo 2, Crion, me di cuenta de que estaba escribiendo una serie. Le busqué un título y redacté un capítulo final a modo de epílogo. Los escribí cuando debía tener 19 años y me encontraba ya cursando mis estudios universitarios.

LUNA 7

Nos detuvimos delante de una gran roca. Esta era de un color negro azabache y presentaba propiedades magnéticas. Nos impedía el paso hacia la parte sur del desfiladero. Debíamos continuar si queríamos libertar a Luna 7 de la gran tiranía de Moniuro VI, ser despiadado y cruel que sometía a toda la población a sus incomprensibles deseos de tortura psicológica. Solía seleccionar de la población a aquellos a quien pudiera hacer más daño, a los jóvenes y niños, para torturarlos en cámaras y mazmorras con sus hechizos y conjuros. Estos sufrían enormemente: A por lo menos la mitad les explotaba el cerebro y los sesos expulsados de su bóveda craneana eran engullidos por Moniuro. La otra mitad corría peor suerte, a los que se quedaban sordos y no escuchaban más aquella tortura verbal eran sometidos a la cámara microscópica: esta consistía principalmente en 4 paredes móviles que hacían del pobre infeliz un filete listo para ser utilizado en la creación de preparaciones visuales con las cuales se divertía proyectándolas en una gran pantalla. En estas sesiones se oían comentarios tan aberrantes como: "mira el ojo de uno, mira el hígado de otro... " y otras atrocidades parecidas. Era necesario acabar con ella. Acabaríamos con el horripilante poder.

La roca negra seguía interpuesta en nuestro camino cuando se desató una terrible tormenta magnética. Los grandes rayos caían sobre la dolorida tierra con una furia inimaginable. Esta tierra era una tierra muy castigada por los elementos, las sequías eran continuas y la tierra cultivable se ceñía a los cursos de los ríos. Si, era una tierra muy pobre. Los iones de la tormenta nos incidían con dureza. No sabíamos cuanto tiempo iban a aguantar nuestros trajes de poliutela. Ángel se acercó a la gran roca y probó a moverla con el levantador gravitacional. No se movió. El suelo debía contener gran cantidad de hierro y la maldita roca estaba pegada al suelo como una lapa. Jesús descargó su láser sobre ella pero no se destruyó, únicamente se calentó su superficie ligeramente. Yo me acerqué y le increpé:
- Maldita seas, roca del infierno.
La roca reventó y la mayoría de los pedazos les alcanzó de lleno. Sus destrozados cuerpos sin vida cayeron al suelo mientras los iones caían sin pausa y lejos de allí el gobernante de Luna 7 cometía crímenes a diestro y siniestro.

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